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Jardín inglés

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Un aire inglés
Ensayos hispano-británicos
Ignacio Peyró
Fórcola. Madrid, 2021.
 

No todo lo que se publica en los periódicos –en la prensa periódica en general-- son artículos periodísticos. Dejando de lado las revistas propiamente literarias, en las publicaciones de información general han encontrado su primer lugar cuentos, novelas, ensayos que luego aparecerían –no siempre, o no al poco-- en libro. Las mejores obras de Chaves Nogales, por citar el ejemplo de un periodista que hoy es tenido como uno de los grandes escritores de su tiempo, no tuvieron que esperar al nuestro para pasar de las hemerotecas a las bibliotecas: El maestro Juan Martínez que estaba allí oJuan Belmonte, matador de toros, tras aparecer seriadas en la revista Estampa, lo hicieron de inmediato --1934, 1935, respectivamente-- en volumen. Y alguno de los más conocidos títulos de Ortega, antes que en libro, apareció en los folletones de El Sol, sin que eso suponga considerarlo como una recopilación de artículos periodísticos.

            Tampoco lo es, o lo es solo en su parte más prescindible, Un aire inglés, que lleva el subtítulo de “Ensayos hispano-británicos” y que supone la plena confirmación de que Ignacio Peyró puede ya incluirse entre los nombres imprescindibles de la literatura española contemporánea, entendiendo por literatura, como debe entenderse, algo más que la literatura de ficción.

            Pocos le igualan en erudición, en plural curiosidad y en gracia expresiva. Poco importa que en Un aire inglés  hable de escritores poco conocidos entre nosotros, como James Lees-Milne, o muy conocidos, como Rudyard Kipling, él sabe apasionarnos entremezclando el cuento de la vida, casi siempre excéntrica --se trata de autores ingleses-- con el lúcido análisis de la obra.

            Un aire inglés sería una obra maestra si se hubiera limitado a sus dos primeras partes, la que lleva el mismo título del conjunto, y “Biblioteca y Jardín”, con el añadido de algunos pocos capítulos más: la espléndida etopeya de Winston Churchil o los que se dedican a Josep Pla, Edith Wharton o Louis Auchincloss.

            Las reflexiones de tema político –Ignacio Peyró fue asesor y redactor de discursos de Mariano Rajoy-- estarían mejor en otro volumen y algunos de loso artículos rescatados de las páginas de ABCo El Mundo habrían podido seguir en ellas sin que se las echara de menos. No parece de una gran lucidez indicar en 2014 que Felipe VI comienza su relato como continuación “del gran relato del reinado de Juan Carlos I”, cuando lo que le convenía hacer –y lo que intentó hacer-- era desmarcarse de inmediato de ese relato, renunciar a una pesada herencia de vileza y corrupción.

            No quiere esto decir que los reparos a esta nutrida recopilación sean ideológicos. La cultura española, muy injustamente, ha tratado de ser monopolizada por la izquierda. Ignacio Peyró nos demuestra que el sectarismo no es patrimonio de ninguna corriente y que la amplitud de miras, la concordia y la sensatez caben en cualquiera de ellas. A veces, sin embargo, asoma un poquito la oreja de sus orígenes. Hablando de los diferentes exilios españoles en Londres, afirma que “no dejan de escribir ante nosotros uno de los retratos más amables y emotivos de nuestro país: el formado por las solidaridades, asistencias y cortesías de unos españoles para con otros, por distintos que fueran”. Y lo ejemplifica con “la bonhomía con que un cura asturiano, hermano de Riego, reparte chorizos ‘legítimos extremeños’ para confortar a los enfermos”; con  los bailes que organiza la UGT o con  “las misas que convoca el Opus Dei para las muchachas que, pasados los años cincuenta, se iban a Londres a servir”. Curioso ejemplo de solidaridad entre españoles exiliados este último.

            Menos es más, según el repetido adagio de Mies Van der Rohe. Hacer una obra nueva con material ya publicado requiere resistir la tentación de la exhaustividad y también la de mezclar sabores que no combinan bien. Y sobra –salvo que se trate de una obra póstuma o de una edición crítica-- indicar la procedencia y el carácter original –prólogos, conferencias, colaboraciones en las mejores revistas, en este caso-- de cada pieza. La obra maestra, el clásico del ensayismo contemporáneo, que podría haber sido Un aire inglés resulta así un tanto desfigurado por el pegote de cien o ciento cincuenta prescindibles páginas.

La Inglaterra de la que está enamorado Ignacio Peyró es la Inglaterra de otro tiempo, el “mundo confortable” de grandes mansiones, clubs y caballeros que lo mismo fatigaban caballos que traducían hexámetros del griego, un mundo del que no se oculta su lado clasista y oscuro, pero que él prefiere ver en sus facetas más luminosas.  Inolvidables resultan muchas de sus viñetas biográficas –una de ellas dedicadas a un español memorable y olvidado, Augusto Assía-, pero no menos lúcidos resultan sus análisis literarios. Es imposible leer este libro sin apuntar un puñado de obras de las que no habíamos oído hablar y de inmediato comenzamos a buscar.

            Las breves anotaciones recogidas con el título de “Los escondites ingleses” pueden leerse como una propina a esta obra desmesurada y ejemplar y como un anticipo de esa personal guía de Inglaterra que un editor avispado no tardará en encargarle a Ignacio Peyró, el más omnívoro de los ensayistas españoles contemporáneos.

           


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