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UNA ANTOLOGÍA DE POESÍA PORTUGUESA

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Escribiré en el piano. 101 poemas portugueses (antología)
Edición de Manuela Júdice y Jerónimo Pizarro
Traducción de Jerónimo Pizarro y Nicolás Barbosa López
Pre-Textos. Valencia, 2015.

Una nueva antología de poesía portuguesa –tan lejos, tan cerca–  es siempre un motivo de celebración. La que han preparado Manuela Júdice y Jerónimo Pizarro limita la selección a 101 poemas y a casi cien poetas. Comienza con una cantiga atribuida a Sancho I o a Alfonso X el Sabio y termina con un poema de Filipa Leal, nacida en 1979. La mayor parte del libro la ocupan los autores del siglo XX y de lo que va del XXI. Salvo en el caso de los nombres estelares de Camoens y Fernando Pessoa, un único poema representa a cada autor.
            La selección tiene mucho de capricho personal, aunque esta haya sido discutida al parecer en grupo. Hay un puñado de poemas que no deberían faltar en ninguna antología de poesía portuguesa junto a otros que suponen una sorpresa para el lector español y más de uno quizá prescindible.
            Los traductores –Jerónimo Pizarro y Nicolás Barbosa López– insisten en la nota preliminar en que han procurado mantener la musicalidad del poema, algo que al parecer no les costó demasiado, “ya que la evidente cercanía entre el portugués y el español admitió ciertas facilidades que no se habrían dado si el original hubiera sido alguna lengua no románica”.
            Pero la celebración, el gozo del lector ante esta nueva muestra de la plural poesía porguguesa dura poco. Termina en cuanto Pizarro y Barbosa López se han de enfrentar a un poema con rima. Para ellos conservar la musicalidad parece consistir únicamente en conservar la rima, sin importarles los retorcimientos o alteraciones que hayan de hacer en el poema.
            Veamos algunos ejemplos. Gomes Leal, en el poema “Lisboa”, dice que es la ciudad que tiene “rios d’águas mais mansas”. Ninguna dificultad en la traducción, ningún falso amigo, la expresión en español es casi idéntica. Pero la versión que nos encontramos es “ríos de aguas más lentos”, no más “lentas” (porque entonces no rimaría con “macilentos”). ¿Pero existe en español la expresión “ríos de aguas”? Existen los ríos de sangre o de lágrimas, pero el agua ya va implícita en la palabra “río”.
            Que Jerónimo Pizarro, que ha aportado nuevos criterios a la edición de Pessoa (más atentos quizás a su valor documental que literario), y Nicolás Barbosa Gómez, un joven traductor colombiano que escribe en varias lenguas, no tienen excesiva competencia en el lengua poética queda patente a cada paso. No parecen tener inconveniente en destrozar, ridiculizar un poema siempre que el resultado sea un texto rimado. Afortunadamente, la mayoría de los poetas contemporáneos prescinden de la rima, y eso salva buena parte el libro, pero cuando la utilizan el desastre está garantizado. La primera estrofa de un poema de António Gedeao dice así: “Sós, / irremediablemente sós, / como un astro perdido que arrefece. / Todos passan por nós / e ninguém nos conhece” (“Solos, / irremediablemente solos, / como un astro perdido que se enfría. / Todos pasan por nosotros / y nadie nos conoce”). Los dos primeros versos los traducen igual (se conforman con mantener la rima asonante con “nosotros”), pero lo siguientes quedan así: “como un astro perdido que se apoca. / Todos pasan por nosotros / y nadie nos evoca”. Un poco más adelante “todos se desconhecem” se convierte en “entre ellos no se evocan”. Habría que citar el “Arte poética” de Verlaine para glosar estos disparates: “O qui dira les torts de la Rime?”
            Pero sería injusto achacar solo a la rima los desajustes de esta traducción. Algunas peculiaridades se explican por tratar de conservan el mismo número de sílabas. Un poema de Afonso Duarte termina con el verso “o amor das coisas remoça”. “El amor de las cosas remoza”, o rejuvenece, se convierte en “lo amoroso lo remoza”.
            Ante esos deliberados destrozos, fruto de una concepción equivocada de lo que deber ser la traducción poética, importan menos los raros casos en que no parece haberse comprendido el original. Hay un soneto satírico de Nicolau Tolentino de Almeida en que una madre le reprocha a su hija, que no le hace caso: “Tu respondes-me assim? Tu zombas disto? / Tu cuidas que por ter pai embarcado, / já a mae nao tem maos?”. Nada que objetar al primer verso: “¿Con que así me respondes? ¿Te hace gracia?”, pero los siguientes no parecen haber sido entendidos: “¿No entiendes que con tu padre embarcado, / me hacen falta manos?”. Quienes no entienden son los traductores. Lo que la madre dice a su hija díscola, antes de darle un manotazo que le destroza el peinado a la moda es “¿Crees que por tener al padre embarcado / la madre ya no tiene manos?”
            André Schiffrin publicó un libro, que fue muy comentado, con el título de La edición sin editores, sobre los males que acarreaba la concentración editorial. Pero también los pequeños editores, en buena parte, han dejado de lado su labor y publican, sin revisión, textos subvencionados. Es el caso de esta antología coeditada con la Casa de América Latina, de Lisboa, y que habría necesitado el visto bueno de un lector competente en poesía de lengua española antes de ser publicada por una editorial prestigiosa.

             

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